
Gina Cahuasquí, mujer kichwa, madre y auxiliar de enfermería, recuperó su libertad tras ser detenida durante las protestas en Otavalo. Según su testimonio, fue aprehendida el lunes mientras llevaba agua y comida a manifestantes y pedía a la policía que no disparara.
En un video que circula en redes, se observa que no portaba armas ni objetos contundentes, contrariamente a lo que las autoridades alegan. Cahuasquí denuncia haber sufrido maltrato físico durante su detención, incluyendo patadas por parte de agentes masculinos y femeninos.
Aunque fue liberada bajo medidas cautelares —debe firmar en fiscalía los martes y viernes—, advierte que más de 20 personas permanecen detenidas y que muchos han sido sometidos a tratos degradantes.
Como profesional de la salud, su intención era brindar asistencia humanitaria, no participar en actos violentos. Su caso reaviva el debate sobre el uso desproporcionado de la fuerza en manifestaciones y el respeto a los derechos de pueblos indígenas.
En un llamado a la solidaridad, Cahuasquí insta a la ciudadanía a protegerse mutuamente y exigir justicia para quienes aún están privados de libertad. Su historia es un recordatorio: ejercer el derecho a la protesta pacífica no debe costar la libertad.
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