Diego Morales, presidente del Colegio de Ingenieros Eléctricos del Azuay, explica los desafíos del sistema eléctrico nacional y las medidas urgentes para evitar un colapso.
El fantasma de los apagones vuelve a rondar Ecuador. Con la reducción de lluvias y la dependencia de la energía hidroeléctrica, el país enfrenta un escenario crítico. Diego Morales, experto en el sector, analiza las causas, las soluciones y el impacto económico de una posible crisis energética.

El sistema eléctrico ecuatoriano se encuentra en una encrucijada. Aunque el embalse de Mazar, uno de los principales reservorios de agua para generación hidroeléctrica, está al 96% de su capacidad, la disminución de lluvias en los próximos meses podría desencadenar una nueva ola de apagones. Diego Morales, presidente del Colegio de Ingenieros Eléctricos del Azuay, advierte que, sin medidas urgentes, el país podría repetir la crisis vivida en abril del año pasado.
Ecuador depende en gran medida de la energía hidroeléctrica, que representa más del 70% de su matriz energética. Sin embargo, esta fuente es vulnerable a los cambios climáticos. Morales explica que, cuando las lluvias disminuyen, como suele ocurrir entre febrero y abril, el sistema requiere de energía térmica para compensar la falta de generación hidroeléctrica. Actualmente, el país cuenta con 600 MW de energía térmica recuperada, pero aún faltan 241 MW pendientes de implementación.
“Si no se recupera la energía térmica a tiempo, el sistema no tendrá suficiente respaldo para cubrir la demanda”, señala Morales. Además, resalta que el parque termoeléctrico del país es antiguo y estuvo abandonado por años, lo que agrava la situación.
Los apagones no solo son un problema técnico, sino también económico. Según la Cámara de Comercio de Guayaquil, cada hora de corte en el suministro eléctrico le cuesta al país aproximadamente 12 millones de dólares. Morales destaca que, mientras el costo de la energía para los hogares es de 10 centavos por kilovatio, el costo de no tener electricidad puede llegar a 1.53 dólares por kilovatio, es decir, 15 veces más.

“Las pérdidas económicas son enormes, especialmente para el sector productivo. Si no se toman medidas, el impacto será devastador”, advierte.
Uno de los puntos críticos es la falta de inversión en infraestructura energética. Morales señala que, en los últimos años, no se ejecutó el plan maestro de electricidad, lo que dejó al país sin los recursos necesarios para enfrentar crisis como la actual. Además, critica la falta de un plan de eficiencia energética que involucre a todos los sectores: residencial, comercial, industrial y público.
“Necesitamos reducir el pico de demanda entre las 7 y las 9 de la noche en al menos 200 MW. También es urgente mejorar las pérdidas en la distribución, que actualmente alcanzan el 20%, cuando un modelo sostenible no debería superar el 8%”, explica.
Morales enfatiza la necesidad de diversificar la matriz energética con fuentes renovables como la solar, eólica y geotérmica. “El Ecuador tiene el potencial para ser soberano energéticamente e incluso exportar energía, pero se requieren decisiones políticas y una visión de largo plazo”, afirma.
Sin embargo, advierte que la solución definitiva tomará años. Mientras tanto, recomienda a la ciudadanía tomar medidas de ahorro energético y considerar la instalación de sistemas fotovoltaicos en hogares y empresas.
Frente a la pregunta de si las intervenciones del gobierno son suficientes, Morales llama a la transparencia. “Es fundamental que las autoridades trabajen de la mano con los colegios profesionales y la academia para garantizar que las decisiones sean técnicas y no políticas”, sostiene.
La crisis energética en Ecuador es un problema complejo que requiere soluciones inmediatas y una visión estratégica a largo plazo. ¿Estamos preparados para enfrentar los desafíos que se avecinan? ¿Qué más puede hacer la ciudadanía y el gobierno para evitar un colapso? La reflexión está abierta.
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