En un rincón remoto de Oakville, Alabama, nació el 12 de septiembre de 1913 un niño que, con el tiempo, se convertiría en un símbolo de valor y superación. Jesse Owens, el décimo de diez hijos de Henry Cleveland Owens y Mary Emma Fitzgerald, vio la luz en medio de la segregación racial que marcó una época en los Estados Unidos.
Su extraordinaria historia nos lleva desde los campos de algodón de Alabama hasta la cúspide del deporte mundial, desafiando a Adolf Hitler y su teoría de la superioridad aria en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936.
Jesse Owens, un joven afroamericano, comenzó su viaje hacia la grandeza en el instituto Fairview Junior High, donde su entrenador, Charles Riley, vislumbró su potencial en el atletismo. A pesar de las dificultades y la necesidad de trabajar arreglando zapatos después de la escuela, Owens entrenaba con tenacidad y determinación, estableciendo las bases de su futuro éxito.
Su consagración llegó en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, un evento marcado por el régimen nazi de Adolf Hitler. En medio de la tensión política y racial, Owens no solo se alzó con la medalla de oro en los 100 metros, sino que también dominó los 200 metros, la carrera de relevos 4×100 metros y el salto de longitud. Su tiempo de 10.3 segundos en los 100 metros, solo una décima de segundo por delante de su compañero Ralph Metcalfe, selló su leyenda.
Contrariamente a la creencia popular, Hitler no se negó a estrechar la mano de Owens tras su hazaña. El líder nazi, de hecho, evitó felicitar a cualquier atleta después de las competiciones. Owens, por su parte, tampoco recibió una invitación a la Casa Blanca por parte del presidente Franklin D. Roosevelt, a pesar de su triunfo en Berlín.
Después de su histórico desempeño en los Juegos Olímpicos, Jesse Owens se retiró del atletismo y se embarcó en una carrera como entrenador y conferencista. Participó en exhibiciones de carreras de caballos y partidos de béisbol, demostrando su versatilidad y amor por el deporte. Sin embargo, en su camino hacia el retiro, enfrentó desafíos y luchó contra el cáncer de pulmón, que finalmente lo arrebató el 31 de marzo de 1980, a los 66 años.
El legado de Jesse Owens es imborrable. Su historia trasciende el deporte y se convierte en un ejemplo de coraje y superación. En un momento de la historia marcado por la discriminación racial y la política, Owens demostró que el deporte tiene el poder de unir a las personas y superar las diferencias. Inspiró a innumerables atletas y personas en todo el mundo a perseguir sus sueños y a no rendirse ante las adversidades.
Hoy, recordamos a Jesse Owens como un símbolo de valentía y determinación, un hombre que desafió a Hitler y dejó una huella indeleble en la historia del deporte y la lucha por la igualdad.
Fuente: RLL / Prensa.ec