La fiebre del chocolate Dubái: Un fenómeno viral con sabor a especulación

El aroma a pistacho y kadayif turco ha invadido más que las papilas gustativas de Europa: se ha convertido en un fenómeno social. Cuando Lidl lanzó su versión accesible del exclusivo chocolate Dubái a 4,49 euros, pocos imaginaron que desataría una cadena de eventos que mezcla la obsesión gourmet con el lado más oscuro del comercio moderno.

En los fríos anaqueles de los supermercados Lidl, una tableta de chocolate se transformó en oro comestible. La receta –chocolate con leche, 45% de crema de pistacho y crujiente kadayif– replicaba la del codiciado Fix Dessert Chocolatier que se vende a 40 euros en Dubái. Pero el verdadero ingrediente secreto fue el marketing: edición limitada, disponibilidad de solo tres días y un anuncio en Instagram que acumuló 32.600 likes.

La fiebre del chocolate Dubái: Un fenómeno viral con sabor a especulación

El resultado fue predecible y a la vez surrealista. Madrugadores chocolateros hacían fila antes del amanecer, influencers grababan reseñas con expresiones extáticas, y las estanterías quedaban vacías antes del desayuno. En Reino Unido, la versión local se vendió a razón de 72 tabletas por minuto a través de TikTok Shop.

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Mientras algunos afortunados saboreaban su trofeo, otros vieron oportunidad. Plataformas como Vinted y Wallapop se inundaron de anuncios que multiplicaban hasta por 15 el precio original. “Vendo chocolate Dubái de Lidl – 60 euros (nuevo y sellado)”, proclamaba un vendedor en Barcelona. Las redes estallaron en indignación: “¿60 euros por lo que ayer costaba 4,49? Esto es una locura”, tuiteó @AnaPostres.

Expertos en comercio electrónico señalan el paralelismo con otros fenómenos de escasez artificial. “Es el mismo patrón que con las zapatillas deportivas limitadas o las consolas en Navidad”, explica el economista David Paredes. “La diferencia es que aquí el producto es perecedero, lo que hace más absurda la especulación”.

La fiebre del chocolate Dubái: Un fenómeno viral con sabor a especulación

Detrás de la fiebre hay una combinación de factores psicológicos y culturales. El FOMO (miedo a perderse algo) impulsó compras compulsivas. La estética “instagrameable” del producto –con sus capas visibles de pistacho y kataifi– lo hizo ideal para contenido viral. Y el sabor, descrito como “una explosión de Oriente Medio”, cumplió con las expectativas creadas por influencers que previamente habían alabado la versión original.

Ahora que la fiebre chocolatera comienza a ceder, quedan preguntas incómodas. ¿Valía la pena el madrugón, las peleas en pasillos o pagar 60 euros por una tableta? Lidl, por su parte, no ha confirmado si relanzará el producto, alimentando el misterio. Mientras tanto, en las redes persisten los memes: fotos de estanterías vacías con leyendas como “Aquí yacen los sueños chocolateros de muchos”.

Este episodio revela más sobre nuestros hábitos de consumo que sobre el chocolate mismo. En una era donde lo viral dicta el valor, incluso un dulce puede convertirse en moneda de cambio y símbolo de estatus. La pregunta que queda flotando, como aroma de pistacho, es sencilla: ¿qué se derretirá primero, el chocolate o la próxima obsesión colectiva?

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