La historia de un barrista de Millonarios que eligió la eutanasia tras años de sufrimiento, y la reflexión sobre la dignidad en el final de la vida.
La eutanasia de Javier Acosta, barrista de Millonarios, ha generado un intenso debate en Colombia sobre el derecho a una muerte digna. Tras años de padecimiento y una lucha constante contra una enfermedad que deterioró su salud, Acosta tomó la decisión de terminar con su vida bajo sus propios términos. Este caso plantea preguntas profundas sobre la autonomía personal y la intervención médica en el final de la vida.
El caso de Javier Acosta, quien optó por la eutanasia luego de cinco años de batalla contra una grave enfermedad, ha sacudido a la opinión pública. Acosta, un ferviente seguidor de Millonarios, dejó un mensaje claro antes de su partida: “Disfruten cada instante, con sus amigos, con sus parceros”. Este mensaje resuena como una despedida pero también como una crítica a las relaciones superficiales en una sociedad que muchas veces ignora el sufrimiento ajeno hasta que es demasiado tarde.
Javier, de 36 años, confesó que una de sus principales razones para optar por la eutanasia es el deseo de que su hija tenga una vida tranquila y normal, sin las cargas que su enfermedad ha impuesto sobre la familia. Dijo: “Al imaginarme mi vida sin mis piernas, en una cama, con antibióticos, viendo a mi hija cuidarme y perdiendo la oportunidad de tener una niñez y una juventud, dije que quiero la eutanasia”.
Luego de que su caso se convirtiera en tendencia en Colombia, sobre las 12:47 p. m. del 30 de agosto murió Javier Acosta, barrista de Millonarios que solicitó la eutanasia debido a que padecía de osteomielitis y según sus declaraciones, no quería terminar siendo una carga para su familia.
“El hospital universitario San Ignacio se permite informar que ya se realizó el egreso del paciente Javier Acosta. Por solicitud de la familia se realizó de manera privada. Acompañamos a cada uno de los familiares, amigos y conocidos de Javier, quienes han estado de manera constante durante todo este proceso”, dijo el comunicado que confirmó el fallecimiento de Acosta.
Javier Acosta antes de su partida, tuvo que devolver a su perrita llamada Katy, al refugio donde la adoptó, de la Fundación Adopta un Buen Amigo Chan, la cual compartió una emotiva carta en la que expresan su gratitud y cariño hacia Katy, recordando los momentos felices que compartió con Javier. En la carta, se menciona: “Te voy a extrañar mucho, pero prometo jamás olvidarte. Solo te pido que mandes unos ángeles para que pronto vuelva a estar en una familia rodeada de amor”.
Acosta sufrió un accidente de tránsito hace nueve años, que lo dejó en silla de ruedas. Años después, contrajo una infección que evolucionó en osteomielitis, afectando gravemente su calidad de vida. Su caso, ampliamente difundido en medios y redes sociales, puso en el centro de la discusión pública el tema de la eutanasia, un tema que sigue siendo controversial en muchos países, incluido Colombia.
El deterioro físico y el dolor constante llevaron a Acosta a solicitar la eutanasia, un procedimiento legal en Colombia bajo estrictas condiciones. Sin embargo, la decisión de llevar a cabo el procedimiento de manera privada, lejos de los focos, refleja el deseo de Acosta de mantener su dignidad hasta el último momento. Su historia, sin embargo, no ha sido solo sobre sufrimiento, sino también sobre amor y camaradería. En sus últimas horas, compartió una simbólica despedida con una mujer llamada Alejandra Layton, con quien mantuvo una emotiva videollamada, bailando un “último merenguito”. Este gesto, lejos de ser trivial, subraya la humanidad y la necesidad de afecto incluso en los momentos más oscuros.
El caso de Javier Acosta ha reavivado el debate sobre la eutanasia en Colombia. Mientras que algunos consideran que su decisión fue un acto de valentía y autonomía, otros argumentan que la sociedad debería ofrecer mejores alternativas para el cuidado de quienes sufren enfermedades terminales. La intervención de amigos y familiares, algunos de los cuales intentaron convencerlo de continuar luchando, pone de relieve las tensiones que existen entre el deseo personal de poner fin al dolor y las expectativas sociales de resistencia y perseverancia.
La historia de Acosta también plantea preguntas sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en la cobertura de casos sensibles como este. ¿Hasta qué punto es ético exponer los detalles íntimos de una persona que está al borde de la muerte? ¿Es posible equilibrar el derecho a la privacidad con la necesidad de informar y generar debate?
Fuente: prensa.ec
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