En las profundidades de las montañas de Chihuahua, una enfermera ha dedicado su vida a llevar salud y esperanza a comunidades indígenas. Julia Paredes López, montando a caballo y vestida como tarahumara, ha enfrentado innumerables desafíos para asegurar que las vacunas lleguen a quienes más lo necesitan.
Julia Paredes López, a sus 50 años, ha dedicado más de tres décadas a una labor que muchos considerarían titánica: llevar servicios de salud a las comunidades indígenas más remotas de México. Su compromiso inquebrantable con la salud pública la ha llevado a superar obstáculos geográficos, culturales y sociales, asegurando que miles de personas reciban las vacunas necesarias para prevenir enfermedades mortales.
Su historia comienza a los 16 años, cuando brindaba apoyo a un médico pasante en el pueblo de Batopilas, Chihuahua. “A los 17 años fui a una localidad que se llama Loreto, ahí vi cómo enterraban a niñas, niños y adultos a causa del sarampión”, recuerda Julia. Esa experiencia marcó el inicio de su vocación por la enfermería y la salud pública.
Originaria de Cerro Colorado, en el municipio de Batopilas, Julia creció en un entorno donde la atención médica era escasa y las enfermedades prevenibles cobraban vidas. Esta realidad la impulsó a comprometerse con su comunidad y a trabajar incansablemente para mejorar las condiciones de salud. Actualmente, es supervisora estatal del Programa de Vacunación Universal en Chihuahua, un puesto desde el cual coordina esfuerzos para llegar a las áreas más inaccesibles del estado.
Para llegar a las comunidades, monta a caballo durante horas, atravesando terrenos difíciles y peligrosos. Se viste con la vestimenta tradicional tarahumara para ganarse la confianza de las comunidades indígenas, entendiendo que la aceptación cultural es clave para el éxito de su misión. “Tengo muchas anécdotas e historias de personas que se lograron salvar con la vacuna antirrábica. Atendí pacientes que fueron agredidos por murciélagos, zorrillos u otros animales… Me hablaban por radio y yo iba hasta donde estaban para aplicarles inmunoglobulina”, cuenta Julia.
Uno de los mayores desafíos que enfrenta es la desinformación, en la era digital, la propagación de noticias falsas sobre las vacunas ha dificultado su trabajo. A pesar de estos obstáculos, Julia se mantiene firme en su misión. Ha sido testigo de cómo el programa de vacunación ha evolucionado y cómo, a pesar de los altibajos, ha salvado innumerables vidas.
Julia también ha asistido a más de 1500 partos, convirtiéndose en una figura maternal y de confianza en su comunidad. Su conexión con las familias es tan fuerte que es madrina de bautizo de 25 niños y niñas. Este vínculo va más allá de la simple provisión de servicios médicos; es una relación de profunda confianza y respeto mutuo.
A lo largo de su carrera, ha enfrentado momentos difíciles. “A veces cuando llegaba, los pacientes ya tenían un estado general muy deprimido y no se salvaban, pero cuando sí lo hacían era una alegría muy grande”, recuerda con emoción. Cada vida salvada es un recordatorio del impacto de su trabajo y una motivación para continuar, incluso en las circunstancias más desafiantes.
Julia Paredes López es un ejemplo de dedicación y compromiso con la salud pública, su labor demuestra que, incluso en los lugares más remotos y con los recursos más limitados, la perseverancia y la pasión pueden marcar una diferencia significativa. En un país donde la disparidad en el acceso a la salud sigue siendo un problema grave, la labor de Julia es un faro de esperanza y un testimonio del poder transformador de la vocación.
Fuente: Prensa.ec
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