En las arenosas profundidades del Valle de los Reyes en Egipto, el arqueólogo inglés Howard Carter hizo historia en 1922 al abrir la tumba del legendario faraón Tutankamón. Este descubrimiento, respaldado por el mecenazgo del Conde de Carnarvon, reveló tesoros ancestrales que habían permanecido ocultos durante milenios, deslumbrando al mundo entero y avivando la pasión por la antigua civilización egipcia.
Durante años, Howard Carter había emprendido una incansable búsqueda de la tumba de Tutankamón, cuyo paradero había sido un enigma. Sus esfuerzos finalmente rindieron frutos cuando, el 26 de noviembre de 1922, una escalinata de piedra bajo los escombros reveló la entrada a la tumba.
George Herbert, el Quinto Conde de Carnarvon, desempeñó un papel crucial en el descubrimiento. Su apoyo financiero permitió a Carter llevar a cabo las excavaciones y exploraciones en la región, incluyendo el templo funerario de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari.
La tumba de Tutankamón era una cápsula del tiempo con innumerables tesoros, destacando la icónica máscara funeraria de oro que cubría el rostro del faraón. Joyas, artefactos y objetos rituales llenaban la cámara funeraria, revelando la riqueza y la majestuosidad del antiguo Egipto.
El descubrimiento de la tumba de Tutankamón capturó la imaginación del mundo entero. Los medios de comunicación de la época dieron cobertura global a este hallazgo sin precedentes, renovando el interés del público en la misteriosa y fascinante civilización egipcia.
El descubrimiento de la tumba de Tutankamón dejó un legado duradero en la arqueología y la comprensión de la historia egipcia. Los tesoros encontrados continúan asombrando a visitantes en el Museo Egipcio de El Cairo y otros museos de todo el mundo.
Fuente: RLL / Prensa.ec