Análisis del reciente debate presidencial, las estrategias de los candidatos y el sentir de los ciudadanos.
El reciente debate presidencial dejó dudas, reafirmó votos y generó preocupaciones en la ciudadanía ecuatoriana. Con 16 candidatos y un formato cuestionado, ¿realmente este espacio permitió esclarecer propuestas o se convirtió en un espectáculo dirigido a “hinchadas políticas”?

El debate presidencial realizado en Ecuador fue, en esencia, un ejercicio democrático. Sin embargo, como explicó Tatiana Larrea, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Especializados (CIEE), el formato rígido y la duración prolongada limitaron la capacidad de los candidatos para conectar genuinamente con el electorado. “Hubo momentos en los que incluso los propios candidatos parecían desconectados, leyendo guiones preparados que les restaron naturalidad y autenticidad”, señaló Larrea.
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El evento, marcado por un enfoque en seguridad, economía y eficiencia estatal, evidenció que la mayoría de los participantes optaron por reafirmar a sus bases políticas en lugar de persuadir a votantes indecisos. Según un panel cualitativo de 100 ciudadanos monitoreado por el CIEE, el 78 % de los participantes declaró haber reafirmado su intención de voto tras el debate, dejando solo un 22 % con dudas o posibilidad de cambio.
Los temas de seguridad y economía dominaron las discusiones y captaron la atención del público. Una de las preguntas más controvertidas, relacionada con la posibilidad de juzgar a menores como adultos, fue criticada por su falta de contexto y precisión jurídica. Larrea calificó esta propuesta como “peligrosa”, especialmente en un país que atraviesa una crisis de violencia y desapariciones de niños.

Asimismo, la economía, el desempleo y la falta de oportunidades emergieron como preocupaciones clave. Según el análisis del CIEE, muchos panelistas conectaron estos problemas con la necesidad de proteger a los jóvenes y mejorar el sistema educativo para evitar que caigan en redes delictivas.
El presidente Noboa logró mantener su base electoral sólida, apelando a un discurso de “lo nuevo frente a lo viejo”. No obstante, el escándalo de las Malvinas generó dudas sobre su manejo como líder en funciones. Por su parte, la candidata Luisa González destacó al posicionar un mensaje de cambio enfocado en el futuro, alejándose de la nostalgia hacia el pasado que caracterizó su campaña anterior.
Candidatos menos polarizantes, ofrecieron posturas más moderadas que podrían atraer a un pequeño porcentaje de votantes indecisos. Sin embargo, el formato del debate no permitió profundizar en propuestas diferenciadas.
En el ámbito digital, la candidata Luiza González lideró las interacciones en Twitter, según reportes de escucha social. Larrea advierte que estas métricas deben interpretarse con cautela, ya que muchas de las tendencias son producto de activaciones estratégicas de las campañas políticas.
El debate dejó una sensación mixta entre los ciudadanos. Si bien permitió visibilizar algunos temas clave, el exceso de guiones y la falta de interacción real entre los candidatos limitaron su impacto como herramienta para definir votos.
En un contexto de creciente desconfianza hacia las instituciones y la política, ¿logrará el próximo debate presidencial capturar la atención de un electorado fatigado y ávido de soluciones reales?
Fuente: PRIMERA HORA | pensa.ec

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