En 1991, un capítulo importante de la historia rusa llegó a su fin con el cierre oficial de la KGB, el temido Comité para la Seguridad del Estado de la Unión Soviética. Este evento marcó el colapso del comunismo soviético y el inicio de una nueva era para Rusia. Descubre cómo el cierre de la KGB impactó en la política y economía rusas y sentó las bases para un sistema político en evolución.
La KGB, fundada en 1954, fue uno de los servicios de seguridad y espionaje más poderosos del mundo. Intervino en eventos históricos como la Revolución húngara de 1956 y la invasión de Checoslovaquia en 1968 por el Pacto de Varsovia. Sin embargo, con la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder en 1985, comenzó una serie de reformas, incluyendo la “perestroika,” que marcó el principio del fin del comunismo soviético.
El 19 de agosto de 1991, un grupo de líderes comunistas liderados por el vicepresidente de la Unión Soviética, Gennady Yanayev, intentó un golpe de estado contra Gorbachov. La KGB desempeñó un papel crucial emitiendo una lista de arrestos que incluía a figuras prominentes como Boris Yeltsin, líder del grupo activista Democracia de Rusia. Aunque el golpe de estado fracasó, este evento agitó el panorama político de Rusia.
La disolución de la Unión Soviética dejó a la Federación de Rusia con numerosos retos. La falta de inversiones, la herencia del periodo comunista y la corrupción fueron algunos de los desafíos a los que se enfrentaron. La creación de un sistema político democrático y la reconstrucción de la economía se convirtieron en objetivos cruciales.
En 1993, se publicó el primer documento que definía la Política Exterior de Rusia, un esfuerzo por llenar el vacío dejado por la extinta URSS. Los objetivos nacionales incluyeron la preservación de la independencia, la integridad territorial y la soberanía, junto con la construcción de una nación democrática y la promoción de la economía de mercado y la seguridad.
Fuente: RLL / Prensa.ec
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