La creciente demanda y los efectos del cambio climático agravan la escasez de agua en la región.
En 2023, México vivió su año más seco, Uruguay declaró una emergencia hídrica, y ciudades como Bogotá y Ciudad de México enfrentan la posibilidad de quedarse sin agua. Estos eventos reflejan una tendencia preocupante en América Latina y el mundo: el estrés hídrico, una situación que amenaza la estabilidad social, económica y ambiental de la región.
Desde 1960, la demanda mundial de agua se ha duplicado, mientras que los recursos disponibles se vuelven cada vez más escasos. Las proyecciones indican que en 25 años, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez hídrica. En América Latina, la demanda de agua se espera que aumente un 43% para el año 2050, casi el doble del promedio mundial proyectado entre un 20% y un 25%.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) identifica tres grandes causas para este incremento: el crecimiento de la población, la expansión agrícola y las actividades industriales. En América Latina, estos factores se desarrollan a un ritmo acelerado, exacerbando la situación.
Michelle Muschett, jefa de la Dirección para América Latina y el Caribe del PNUD, señala que el consumo de agua está en aumento mientras que los recursos disponibles disminuyen debido a eventos extremos relacionados con el cambio climático. El incremento de las temperaturas y las sequías prolongadas agravan la crisis.
El estrés hídrico no es solo un problema medioambiental. La escasez de agua amplía las desigualdades y afecta gravemente la nutrición y la salud pública. En Argentina, la sequía provocó una pérdida de cultivos cercana al 30% el año pasado, y en Perú, al 80%. Las sequías también interrumpieron el tráfico de embarcaciones en el Canal de Panamá, impactando el comercio marítimo global y la economía panameña.
Además, la escasez de agua afecta la producción de energía. Más de la mitad de la energía en América Latina proviene de centrales hidroeléctricas, pero la falta de agua las hace menos confiables. Ecuador, dependiente de la hidroeléctrica para más de tres cuartas partes de su electricidad, declaró un estado de emergencia en abril debido a la escasez de lluvias.
Chile enfrenta un estrés hídrico extremo, siendo uno de los países más afectados en América Latina. La minería y la agricultura, pilares de su economía, demandan grandes cantidades de agua, agravando la situación. Para enfrentar el problema, se requiere un manejo integrado del agua que asegure el consumo humano y las actividades económicas, involucrando tanto al sector público como al privado.
Otros países de la región también enfrentan desafíos significativos. México y Perú tienen un nivel alto de estrés hídrico. Las proyecciones indican que para 2050, Chile seguirá liderando el ránking latinoamericano con un estrés hídrico extremo, mientras que México y Perú continuarán en un nivel alto.
El Atlas de Riesgo Hídrico del World Resources Institute destaca que 25 países en el mundo, incluyendo algunos de América Latina, están bajo un estrés hídrico extremo, afectando a una cuarta parte de la población mundial. Sin una intervención más profunda, como inversión en infraestructura hídrica y mejor gobernanza del agua, el estrés hídrico seguirá empeorando.
A pesar de este panorama, hay soluciones viables. Lugares como Singapur y Las Vegas demuestran que es posible prosperar incluso en condiciones de escasez de agua mediante técnicas como la desalinización y la reutilización de aguas residuales. Sin embargo, lo que falta es la voluntad política y el respaldo financiero para implementar estas soluciones a gran escala.
La crisis hídrica en América Latina es un problema urgente que requiere una acción coordinada y sostenida. La colaboración entre gobiernos, sector privado y comunidades es esencial para lograr un equilibrio entre las necesidades económicas y ambientales.
Fuente: prensa.ec
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