Hace 75 años, el 3 de mayo de 1946, dio inicio en Tokio uno de los procesos judiciales más significativos del siglo XX: los Juicios de Tokio contra los criminales de guerra japoneses tras la Segunda Guerra Mundial.
Tras la rendición de Japón en 1945, las potencias aliadas decidieron enjuiciar a los principales líderes nipones por crímenes de guerra. Sin embargo, el camino no fue sencillo.
Inicialmente, Estados Unidos quería juzgar rápidamente a los criminales para pasar la página de la guerra. Pero los aliados soviéticos y chinos presionaron para que hubiera un proceso más completo y meticuloso, que sentara precedentes para el derecho internacional.
Finalmente, el 11 de enero de 1946, el general Douglas MacArthur, comandante supremo de las fuerzas aliadas, firmó la orden para establecer el Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente, con sede en Tokio.
Este proceso judicial es considerado el equivalente japonés de los Juicios de Núremberg contra los nazis, por lo que se le conoció como el “Núremberg japonés”.
Los acusados fueron 28 líderes militares y políticos nipones, entre ellos el ex primer ministro Hideki Tojo. En total se presentaron 55 cargos por crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad y conspiración.
Entre los crímenes estaban la masacre de Nankín, el uso de armas químicas y biológicas, experimentos en humanos, trabajo forzado, violación, tortura, ejecuciones masivas y otros actos atroces.
El 12 de noviembre de 1948, dos años y medio después de iniciado, el tribunal emitió los veredictos finales. De los 28 acusados, 7 fueron condenados a muerte, 16 a cadena perpetua y el resto recibieron penas menores.
Con este histórico proceso judicial, los horrendos crímenes cometidos por el imperialismo japonés durante la Segunda Guerra Mundial no quedaron impunes. Se sentaron valiosos precedentes para la justicia internacional.
Fuente: prensa.ec
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