Las posibles consecuencias de una guerra comercial entre EE. UU. y China ponen en jaque el crecimiento asiático y reconfiguran la cadena de suministro mundial.
Las políticas arancelarias del presidente electo Donald Trump podrían remodelar la economía asiática. Aunque algunos países del sudeste asiático se perfilan como posibles beneficiarios, la región enfrenta riesgos considerables que podrían desencadenar un desequilibrio económico global.
La propuesta de Donald Trump de imponer aranceles del 60 % a las importaciones chinas y hasta un 20 % en productos de otros países abre una incógnita para la economía asiática. Esta región, conocida como el motor de crecimiento mundial, enfrenta un panorama complejo: mientras algunos países podrían ver un impulso en sus exportaciones, otros podrían quedar atrapados en el centro de una guerra comercial que amenazaría sus principales mercados.
Expertos económicos advierten que los efectos podrían ser profundos. Si Trump implementa estos aranceles, la economía china podría ver una reducción de entre el 0,7 % y el 1,6 % en su PIB, lo cual tendría un efecto dominó en sus socios comerciales, especialmente en el sudeste asiático. La disminución de la demanda de productos chinos en EE. UU. implicaría una caída en las exportaciones de países como Vietnam, Tailandia e Indonesia, cuya economía depende en gran parte de sus relaciones comerciales con China.
Indonesia, con exportaciones de níquel y minerales a China, es uno de los países que podría verse más afectado. “Una reducción en la demanda de productos chinos en EE. UU. disminuiría las exportaciones de los países de la ASEAN, aun cuando no existan aranceles directos para ellos”, comenta Adam Ahmad Samdin, de Oxford Economics.
Ante este escenario, algunos países buscan beneficiarse adoptando el modelo “China+1”, una estrategia que promueve el desplazamiento de fábricas desde China a otras naciones asiáticas para reducir riesgos. Vietnam, con su mano de obra barata y su proximidad geográfica, ya ha captado inversiones significativas de empresas como Foxconn y Samsung, consolidándose como un destino alternativo para la fabricación de productos electrónicos.
Sin embargo, el traslado de fábricas presenta desafíos. A pesar de los esfuerzos de Vietnam, India y otros países para diversificar la cadena de suministro, la capacidad productiva de China sigue siendo difícil de igualar en términos de costo, escala y calidad. Además, el reajuste de la producción podría conllevar una pérdida de eficiencia, con consecuencias para el crecimiento económico mundial. Thomas Helbling, del FMI, advierte que una reconfiguración forzada podría encarecer los costos y generar un impacto negativo en la economía global.
A la par de China, India podría convertirse en objetivo de las políticas proteccionistas de Trump. Su dependencia de componentes chinos en sectores clave, como textiles y productos farmacéuticos, la deja vulnerable. Algunos analistas prevén que Trump podría imponer aranceles adicionales a productos indios para lograr concesiones comerciales favorables para EE. UU., una medida que podría complicar el acceso de la India al mercado estadounidense.
Mientras los países asiáticos analizan sus estrategias frente al próximo mandato de Trump, la pregunta queda abierta: ¿hasta qué punto la guerra comercial traerá beneficios o más problemas a la región?
Fuente: prensa.ec
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